Programa de investigación

Diez ideas más una: las cuestiones que estructuran nuestras actividades

1. La mayoría de las democracias plenas son monarquías

Sorprendentemente, la mayoría de las (escasas) democracias que son consideradas “plenas” (full democracies) resultan ser monarquías y no repúblicas. Todas las monarquías europeas, más los países desarrollados cuyo jefe de Estado es el monarca británico, son democracias plenas y sólo hay una monarquía europea que en 2022 el índice de TheEconomist considera democracia defectuosa: Bélgica. Y entre los primeros 20 puestos de índices que miden la calidad de la democracia en el mundo (como el Economist Intelligence Unit, Freedom House, o V-Dem), están la práctica totalidad de las monarquías constitucionales. Se ha dicho (Freedom House) que es más fácil (más probable) que un país sea democracia si es monarquía que si es república; son datos, no opiniones.  ¿Por qué las mejores democracias son monarquías y no repúblicas? Es un dato a investigar.

2. No son más caras que las repúblicas

Mientras que la Corona británica tiene un presupuesto de unos £100 millones, las casas reales neerlandesa y noruega cuestan a sus ciudadanos menos de la mitad, unos €44 millones, y la Casa Real española es probablemente la menos costosa de todas, unos €8,5 millones. Podemos poner en contexto estos costes comparándolos con el presupuesto de la Presidencia francesa, unos €100 millones (son cifras absolutas, y su cálculo per capita cambia el orden). En cualquier caso, y como aún no se ha hecho un estudio comparado riguroso que vaya más allá de los presupuestos oficiales de cada casa real e incluya partidas asignadas a diversos departamentos ministeriales, no se puede afirmar que las monarquías sean más caras que las repúblicas, pero tampoco lo contrario. Hay monarquías caras y baratas, y repúblicas caras y baratas. Es un dato a investigar. 

3. Son modernas

Se acusa a las monarquías de ser antiguas, anacrónicas y “viejunas”, una reliquia con ritos y costumbres de otros siglos. Es una mirada muy superficial, pues no pocas monarquías han demostrado una gran capacidad de adaptación a los tiempos, en muchos casos mayor que las repúblicas. Si acudimos a la base de datos de World Value Surveys, que han analizado el cambio cultural en el mundo en las últimas décadas (cientos de miles de encuestas, siete oleadas, en más de 100 países, una investigación descomunal), encontraremos que los países más posmodernos, más post-materialistas (por utilizar la jerga científica), y más liberales en costumbres y hábitos, resultan ser las monarquías nórdicas (Suecia, Dinamarca, Noruega, Holanda), seguidas del Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda. Y no es casualidad que sea más fácil transitar de una dictadura a una democracia bajo el paraguas de la Corona que bajo una república. ¿Por qué los países más posmodernos son monarquías u no repúblicas? Es un dato a investigar.

4. Son legítimas

La legitimación de las monarquías constitucionales proviene de la propia constitución y no se trata de una legitimidad alejada de los principios democráticos modernos. En términos de Max Weber, la legitimidad legal-democrática de la Corona española no se diferencia de la existente en una república al haber sido avalada por los ciudadanos masivamente cuando estos aprobaron la Constitución de 1978. Por ello podemos decir que la monarquía tiene la misma legitimidad que, por ejemplo, el Estado de las Autonomías o la independencia del poder judicial. ¿Por qué la legitimidad de la monarquía no se percibe por la opinión pública con la misma naturalidad que la de otras instituciones? Es un hecho a investigar

5. Contribuyen a la cohesión social

El hecho de que la Jefatura del Estado sea hereditaria y no elegida tiene, contra-intuitivamente, efectos positivos, pues al no representar a ningún partido o parte, puede representar a la totalidad de la nación mucho mejor que una magistratura elegida, inevitablemente por unos (y contra otros). No es casualidad que no pocas monarquías articulen países compuestos, como es el caso de Bélgica, el Reino Unido o la misma España. Es un hecho que merece ser investigado.

6. Pueden ejercer un papel moderador

Por la misma razón (no haber sido elegidos) una de las características clave de las monarquías es su neutralidad política. En mayor medida aún que la presidencia de una república, constituyen instituciones radicalmente apartidistas y neutrales entre las diversas opciones políticas, que representan al país en su conjunto. Por esto mismo, pueden presentarse como un órgano mediador en caso de bloqueo político, a la hora de favorecer la gobernabilidad, o en relación con determinados pactos de Estado. El papel moderador de la Corona merece ser estudiado más por la ciencia política.  

7. Simbolizan la estabilidad y la conexión pasado-futuro de un país

Un monarca, mucho más que un presidente o un líder de partido, representa a la totalidad de un país, no sólo en el espacio (como veíamos antes), sino también en el tiempo, como se exhibe en la propia numeración de los ocupantes (Isabel II o Felipe VI) y en los rituales y el uso del patrimonio histórico y las tradiciones. Así, contribuyen decisivamente a la conexión entre el pasado y el futuro de una comunidad política. La frase “El Rey ha muerto, Viva el Rey” muestra esa continuidad histórica en el automatismo de la sucesión, pues la Corona nunca está vacante. Bajo el paraguas de la continuidad de la Corona los países pueden cambiar sin que parezca que cambian. La capacidad de una institución tradicional como la Corona para incentivar la innovación social en materia de costumbres merece ser investigada.

8. Interés en el largo plazo

Las instituciones políticas democráticas, en particular los partidos, consideran que su actuación tiene que ceñirse a un ciclo electoral de cuatro años o, como mucho, a dos legislaturas. Y por ello suelen desdeñar todo aquello que precise más tiempo. Sin embargo, las monarquías no se ven afectadas por los ciclos electorales. Su interés está en el largo plazo, y sus objetivos -la representación del país, la contribución a la continuidad de la comunidad política, la estabilidad y el bienestar social-, que coinciden con los intereses fundamentales del país, dependen del mantenimiento de la institución en el tiempo. La tentación del “pan para hoy y hambre para mañana” no puede existir en la lógica de la Monarquía, única institución en el marco democrático que tiene interés personal en el largo plazo. Un Rey o una Reina piensa en plazos de décadas, e incluso más pues su deseo es que su heredero/a reciba un país en las mejores condiciones. En qué medida la Monarquía incorpora el largo plazo en la vida cortoplacista de las democracias es algo que merece ser investigado.

9. Son los mejores embajadores

La continuidad en el tiempo, sumada a la vistosidad de la corona, hace que los reyes o reinas sean los mejores embajadores de un país pues adquieren una experiencia y unos contactos de primera mano que ponen al servicio de su país. Pensemos en la experiencia que una reina como Isabell adquirió en los más de 70 años de su reinado, durante los cuales llego a tener relación con más de una docena de presidentes de los Estados Unidos. Los lideres internacionales confían en los monarcas por la misma razón de su continuidad, pues saben que pasados muchos años seguirán en el cargo. ¿Quién conoce al presidente de Italia o de Alemania, y quién no conocía a la Reina de Inglaterra? El papel de los reyes y de la familia real como embajadores de un país merece ser investigado. 

10. Contribuyen de forma positiva a la imagen del país en el mundo (Marca País)

Un aspecto que cobra cada vez mayor importancia en las relaciones internacionales es el de la reputación o la imagen de un país. Existen numerosos indicadores que miden de forma rigurosa bien la reputación en el orden global, bien la atracción económica, cultural, etcétera, que genera un país determinado en el resto del mundo. Es lo que se ha dado en llamar el soft- power. Lo que nos dicen estos indicadores -por ejemplo, el Indice ElcanodePresenciaGlobal, el MonocleSoftPowerSurvey o en índice de RepTrak (Reputation Institute)– es que en aquellos países que son monarquías la corona puede contribuir de forma positiva a impulsar su soft power o marca-país. En concreto las monarquías mejoran la imagen al proyectar una imagen de glamour, de eficiencia y, sobre todo, de solidez institucional, o todo a la vez; al participar de manera formal o informal en iniciativas políticas, culturales y humanitarias internacionales; y ejerciendo un importante papel en las relaciones comerciales, de inversión y de innovación de sus respectivos países. La contribución de la Corona a la Marca País es un hecho que merece ser investigado.

11. La ejemplaridad de la familia real

 Cuando se le preguntó a Isabel II por el principal problema con el que tuvo que lidiar en su largo reinado contestó señalando a su propia familia. La combinación de una implacable persecución por parte de los medios de comunicación, la falta de privacidad, e incluso de intimidad, de la familia real y, en definitiva, la exposición pública, por una parte, y la necesaria ejemplaridad que debe proyectar la familia real hace que cualquier tropiezo (y los humanos, todos, tropezamos), acabe siendo un problema sistémico para la institución. Cómo proteger a la institución al tiempo que ésta es transparente es un tema que merece ser investigado.